miércoles, 29 de septiembre de 2010

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Nada más entrar “un personaje” se notaba que no eran de ese barrio, de esa ciudad, de mi ciudad, de la cual me enamoré cuando era joven. Yo también fui unos de esos personajes, pero ya habían pasado unos once años desde entonces y todos me conocían.

Al recordar esto sonreí, estaba sentada sola, en la barra del bar y sonreí. Creo que debieron pensar que estaba “loca” o en otro mundo. Bueno Marcos no lo pensaría, él ya me conocía y hoy había sido un día duro y por un momento me dio igual y pude olvidarme de la presencia de aquel muchacho.

Todo parecía ir por el buen camino hasta que de repente escuché una voz que me decía:

Es curioso ver a una mujer sola, sentada en la barra de un bar, ¿vienes muy a menudo por aquí?

Así que dejé atrás mis recuerdos y me centré en aquella voz.

Alcé la mirada hacía arriba y vi que era aquel muchacho, y por su voz deduje que era “un personaje”, no era de la ciudad, de aquello estaba segura.

Me quedé como una tonta, embobada, mirando sus ojos, unos ojos verdes impresionantes, algo entornados por el humo de otro cigarillo, pero no por ello dejaban de ser preciosos. No sé cuanto tiempo pude estar en silencio, simplemente observándolos, intentando ver más allá de una simple mirada y traduciendo lo que me querían decir. Pero tuve que detenerme si no quería quedar peor de lo que estaba quedando, al menos, eso pensé en aquel momento.

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