martes, 28 de septiembre de 2010

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Así que de repente me di cuenta que estaba en mi calle, ya podía ver mi puerta y no podía seguir dando rodeos. Le señalé cual era mi casa y me acompañó hasta allí.

En la puerta le devolví su abrigo, me dijo que en unas horas vendría a por mí. Claro eran ya las seis y media de la mañana y en realidad ya era domingo. Me dio un par de besos en la mejilla, después me agarró con ambas manos de la cintura, acercó su cara a la mía, simplemente, la acarició, un leve roce, un sentir de su respiración, y me volvió a dar un beso en mi mejilla izquierda. Posteriormente se separó lentamente y antes de marchar me dijo que le había encantado conocerme, y que esperaba más noches de barra en un bar, más noches de risas empapadas en alcohol, más noches junto a una sonrisa como la mía. Más noches amaneciendo junto a mí.

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